Para poder determinar el cuándo, el cómo y el porqué de la Ermita del Cristo es imprescindible definir o, al menos, tratar de hacerlo, al artífice de esta magna obra, Don Felipe Gutiérrez Blázquez. Ejemplo de sacerdote, hombre ya mayor, recio, trabajador incansable, humanitario, dispuesto en cualquier momento a atender las necesidades de cualquier vecino.
A finales del año 1936, en plena Guerra Civil, hacía muy pocos meses que había sido fusilado su antecesor y, a su llegada, se encontró Don Felipe con que la Iglesia parroquial, así como la Ermita de San Antonio, se encontraban destrozadas en su interior, con sus imágenes y altares quemados. Ante este desolador panorama, el nuevo párroco comenzó por acondicionar en lo posible la Ermita de San Antonio, pues de momento lo consideraba suficiente, ya que sólo unas doce o trece familias habían permanecido en el pueblo.
Aprovechando los camiones que transportaban a los militares, y no sin pocos inconvenientes, logró traer desde la Resinera tablas, cástreles y un sencillo pero bonito altar con una imagen de la Virgen. A continuación preparó un banco de carpintero y con serrucho y garlopa en ristre, acomete la tarea. Consigue restaurar la Ermita de San Antonio y se dispone a llevar a cabo una obra aún mayor, la de la Iglesia.
En la reparación del principal templo de Navalperal contó con la exigua ayuda de algún militar de los muchos que constantemente se encontraban en el pueblo, bien de guarnición o descansando tras los combates de la contienda. Por fin culmina la reparación de todos los pisos, puertas y ventanas, y hace algunos bancos para poder sentarse y arrodillarse. Todo ello fruto de una labor ardua y de tesón a lo largo de mucho tiempo.
En el año 1939, recién terminada la guerra, le preocupa cómo hacer llegar la fe de Cristo a todos en general, pero en particular y muy especialmente a los niños, que habían carecido de la enseñanza más elemental de los conocimientos religiosos durante todo el conflicto. Por entonces, para asistir a la doctrina que todas las tardes, a la salida del colegio, daba a la chiquillería en la Iglesia, era necesario cruzar la vía del ferrocarril por el paso a nivel (donde años después se hizo un paso inferior), con el consiguiente peligro que esto representaba. Precisamente por ello, Don Felipe comenzó a gestar la idea de construir una ermita a la que pudieran asistir sin riesgo los niños a la catequesis, sin necesidad de cruzar la vía férrea.
Tal como figura en la placa de entrada, los arquitectos directores y principales colaboradores fueron los señores de Arenillas Álvarez, familia que desde la niñez vinieron al pueblo a veranear -a los que se considera como hijos de Navalperal- y que hicieron los proyectos de obra gratuitamente, colaborando en gran medida a la consecución de la empresa.
Ya se tienen los proyectos y el terreno para edificar, pero ¿y el dinero para la obra? No hay que olvidar la situación en que los vecinos se encontraban. En medio de la tristeza en el pueblo y una gran pobreza, Don Felipe dio comienzo a la construcción de la Ermita de nuestro Cristo, y fue sin duda su empeño el que logró sacar adelante la ingente tarea.
Con motivo de la tan repetida guerra, había en Navalperal una o dos compañías de prisioneros formadas por hombres, jóvenes en su mayoría, que se encontraban como pájaros enjaulados, mal alimentados y deseosos de alguna libertad por pequeña que ésta fuera. D. Felipe, que por su sotana tenía más fuerza que por ser D. Felipe, se presentaba cada mañana al oficial militar que estaba a cargo de estos hombres y pedía que le dejara cuatro o cinco de ellos. Por su tesón y fuerte carácter logró conseguir un permiso por parte de quien fuera para que le dejaran los hombres que necesitara, de manera que, si no todos los días, sí casi a diario se presentaba donde tenían a estos prisioneros y solicitaba los que le hacían falta, poniendo la condición de que no fueran custodiados por guardia alguno y que él se responsabilizaba de ellos.
Estos hombres que de la prisión salían y algunos de los que aún permanecían en ella tenían bastante cantidad de piedra cortada en el lugar denominado Las Peñas, esto es, en el espacio de terreno comprendido entre la Iglesia y las piscinas. Piedra que fue comprada por D. Felipe. Pero ¿cómo logró el dinero para pagarla? Pidiendo donativos a los veraneantes, que ya comenzaban nuevamente a venir al pueblo, reclamando subvenciones a un organismo que existía entonces -Regiones Devastadas- y de todas las formas honestas que le fue posible para obtener la más mínima peseta. Como por ejemplo, organizando obras de teatro con los aficionados de Navalperal. La mayor parte de los materiales (por no decir todos) fueron transportados por los labradores del pueblo con sus yuntas de bueyes y vacas.
Ya por fin tenemos la Ermita “cogida aguas”, no sin pocas contrariedades, propias de toda obra, y que Don Felipe se encargó de solucionar. Pero hay que rejuntar sus piedras tanto por dentro como por fuera, poner los pisos de madera, dar de yeso a los techos, etc. Como siempre, ahí está Don Felipe.
Llegó el momento de la terminación de la Ermita de nuestro Cristo. Ese día, el 18 de noviembre de 1945, amaneció muy nublado y lluvioso, lo que no mermó lo más mínimo la ilusión de todo el pueblo que, en torno a su sacerdote, autoridades locales, con su alcalde, Don Félix Segovia al frente, el señor gobernador civil, Don Luis Valero Bermejo, el señor obispo y todos en general, festejarán con alegría y gran regocijo esa jornada, amenizada por la Agrupación Musical en todos los actos.
DESCRIPCIÓN DE LA CAPILLA
La Capilla del Santísimo Cristo de la Indulgencia se encuentra situada en el centro del pueblo, junto a la casa parroquial. En su recinto se puede contemplar una bonita plaza, solada con dibujos bíblicos, en la que se halla la imagen de la Santísima Virgen y una magnífica cruz en piedra.
Al disponernos a entrar en la capilla, una placa de mármol nos recuerda a quienes fueran sus arquitectos, los señores Arenillas Álvarez.
El templo está construido en piedra y dispone de una sola planta, con varios ventanales en forma triangular, en los cuales se hallan sus magníficas vidrieras y sus respectivas rejas, alternándose en la fachada con los diversos contrafuertes. La entrada está orientada al este y su puerta realzada por un arco apuntado, cuenta con una pequeña escalinata de acceso. Adjunta a la nave se localiza la fina y elegante espadaña que acoge la torre del campanario.
El altar está presidido por la bellísima imagen del Santísimo Cristo de la Indulgencia, una talla de un Crucificado vivo, fijado en una Cruz de madera con tres clavos. Su estética responde al Cristo de Gregorio Hernández y se caracteriza por su naturalismo, su armoniosidad en la forma, un rostro sereno y lleno de fuerza expresiva. Su autor fue Jerónimo Pozurama, que tenía el taller en la calle Miralrío, 22 de Madrid. A ambos lados se encuentran las imágenes de la Inmaculada Concepción y el Sagrado Corazón de Jesús.
Bajo la imagen del Cristo y en el mismo eje se halla el Sagrario, gran obra de orfebrería. Centrada en el altar está la mesa de piedra de granito de una sola pieza, todo ello enmarcado sobre un arco ojival en piedra.
Se aprecia el notable estilo de arquería mediante la intercalación de pilares a lo largo del templo.
Antes del presbiterio, al lado izquierdo se encuentra la imagen de la Virgen del Rosario con el Niño, engalanadas con sus respectivas coronas y sus preciosos ropajes, imagen procesional que sale el Domingo de Resurrección.
En el centro del templo se encuentran los restos mortales del que fue el alma de esta capilla, uno de nuestros sacerdotes, Don Felipe Gutiérrez.
En la parte inferior derecha se ubica el confesionario, realizado en madera y con un original diseño. En la parte inferior izquierda se accede a la tribuna, desde la cual se puede seguir el culto, con su barandilla de hierro.
Para su iluminación cuenta con cuatro lámparas colgantes, que dan mayor luz al templo.
En el pórtico de entrada nos encontramos de frente la imagen de la Virgen y San Juan y en el medio la imagen de Jesús en la Cruz, y junto a ellos la pila de mármol.
El Santísimo Cristo de la Indulgencia, patrón de nuestra parroquia, se encuentra en esta capilla que lleva su nombre y en la que se realizan la mayoría de los cultos.
Su festividad tiene lugar el día 14 de septiembre, “Exaltación de la Santa Cruz”, y cuenta con diversos actos religiosos.
Unas jornadas antes, el día 5, la imagen del Cristo es traslada en procesión a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en la que durante nueve días se realiza la Santa Misa y, a continuación, la Novena en su honor, para culminar el día 14 con su Solemne Misa y procesión. El día 13, después de la Misa y de su Novena, tiene lugar la ofrenda floral en la plaza de su capilla.
Finalizada la Santa Misa es trasladada en procesión la imagen del Santísimo Cristo de la Indulgencia a su capilla, en sus preciosas andas, obra de Don José Vimet Marras (q.p.d.), con una estructura de madera de nogal, labrada a mano con un perfecto acabado. En cada lateral el repujado es diferente: en la parte delantera se encuentra la Sagrada Forma; en la parte trasera, una cruz y, a ambos lados, una cadena con tres clavos y una mitra, acompañado de motivos vegetales en un bajo relieve. Para su iluminación porta cuatro candelabros con cinco faroles cada uno sobre pies labrados. Cuenta con la peculiaridad de poder ser trasladado a hombros o en ruedas. Se completa con los faldones en tela aterciopelada en color granate.
Abren la procesión tres monaguillos portando la Santa Cruz y las velas, la Imagen del Santísimo Cristo de la Indulgencia y, a continuación, los sacerdotes, autoridades, la Agrupación Musical y sus devotos, haciendo dos filas para recorrer las calles del pueblo.
En la plaza del Ayuntamiento se detiene la imagen y un grupo de personas ataviadas con el traje regional bailan la jota, nuestro “baile a tres”, en honor al Cristo.
En la puerta de su capilla se efectúa la subasta de banzos y, a continuación, dirige unas palabras el sacerdote. Con la interpretación emocionada del himno por parte de la Agrupación Musical llega la despedida del Cristo hasta el próximo año.
NOTA: información basada en la obra “Nava el Peral o Navalperal de Pinares (1991), de Andrés Méndez Herranz
Más información